En cumplimiento con su pacto con Abraham, Dios rescató a Israel de Egipto, constituyéndolo en una nueva nación. En el Monte Sinaí, promulgó y ratificó su pacto con esta nueva nación, dándole muchas leyes para gobernar su política, su adoración y su comportamiento. El pueblo repetidas veces reconoció lo bueno de obedecer la ley de Dios. Sin embargo, su incapacidad de hacerlo enfatizó la necesidad de perdón por medio de un sacrificio vicario.
Después de decirnos lo que Dios nos ha concedido, Pedro nos insta a aplicar toda diligencia para crecer en nuestra fe.
Si los judíos no pueden ganar el favor de Dios por medio de obediencia a su ley, ¡cuánto más obvio es que los gentiles...
En su descripción y defensa de su ministerio, Pablo y sus compañeros nos dan un retrato de minstros fieles.