En cumplimiento con su pacto con Abraham, Dios rescató a Israel de Egipto, constituyéndolo en una nueva nación. En el Monte Sinaí, promulgó y ratificó su pacto con esta nueva nación, dándole muchas leyes para gobernar su política, su adoración y su comportamiento. El pueblo repetidas veces reconoció lo bueno de obedecer la ley de Dios. Sin embargo, su incapacidad de hacerlo enfatizó la necesidad de perdón por medio de un sacrificio vicario.
Por medio del profeta Hageo Dios cuestionó las prioridades de su pueblo.
Aunque era más exitoso que todos los falsos maestros, Pablo quiso gloriarse exclusivamente en la cruz de Cristo.
Demostramos el fruto del Espíritu restaurando al hermano caído en pecado.