La vida y la muerte de Cristo satisficieron los justos requisitos de la ley de Dios.
Dios convirtió pasitos de fe y de obediencia en una bendición enorme.
La presencia del Espíritu Santo en el creyente transforma su manera de vivir, librándolo de andar según la carne para andar según el Espíritu.
Como advertencia para los falsos maestros y consuelo para los cristianos, Pedro demostró que el Señor sabe juzgar y rescatar.