Aunque el texto no menciona la actividad de Dios, es claro que estuvo guiando las vidas de Rut y de Booz para que se encontraran.
Entre el Credo de Atanasio y el Catecismo de Ginebra pasó todo un milenio, resumido en este episodio.
Después de escuchar el plan de Dios, el profeta Habacuc se atrevió a decirle a Dios que no debía hacer eso.
Nuestra confesión de fe provee la primera razón por mantener la esperanza cuando otros cristianos mueren.