Como respuesta a la amenaza del Arrianismo, el Concilio de Nicea formuló el Credo de Nicea.
Aunque denuncian la maldad de las naciones, los profetas también proclamaron la eventual inclusión de las naciones en la salvación de Dios.
La presencia del Espíritu Santo en el creyente transforma su manera de vivir, librándolo de andar según la carne para andar según el Espíritu.
Las viudas ya tuvieron abundante comida, pero todavía quedó por resolverse la continuación del linaje extinto de los hombres difuntos.