Siendo hijos de Dios, los creyentes en Jesucristo disfrutan tres de los mismos privilegios que el Hijo de Dios tiene ante su Padre.
Mientras la Moabita Rut demostró fe y amor, su suegra israelita Noemí expresó amargura, porque consideró que Dios estaba en su contra.
La Biblia es un libro enteramente humano y enteramente divino, así como es la persona de Jesuscristo.
En la santificación el Espíritu Santo hace que los creyentes mueran al pecado y vivan para el Señor.