Si la muerte de Cristo aseguró la salvación de todos por los cuales murió, entonces concluimos que murió por su pueblo.
Los dos estados de Cristo son su humillación y su exaltación.
Aunque es cansado persistir en hacer el bien, existe la promesa de cosechar beneficio si no nos desmayamos.
Juan Calvino escribió una breve introducción a su teología, la cual después convirtió en el Catecismo de Ginebra.