El apóstol Pedro denunció los falsos maestros de su día, quienes negaron al Señor que nos compró.
Si la muerte de Cristo aseguró la salvación de todos por los cuales murió, entonces concluimos que murió por su pueblo.
Cinco lamentaciones burlonas anunciaron la destrucción del opresor.
Al final, el profeta dejó su queja y recordó las obras de Dios en oración.